lunes, 16 de diciembre de 2013

MINICUENTOS DE NAVIDAD IV

MINICUENTOS DE NAVIDAD IV

(NAVIDAD 2012)



Conocí una vez a un hombre que se sentía dichoso... Vivía en una casa grande, con un bien cuidado jardín, y hasta tenía un perro enorme con nombre aristocrático. Al llegar Nochebuena, se preparaba una mesa larga en el enorme salón que la casa tenía, y hasta allí llegaba buena parte de su familia y muchos amigos, de él y también de sus hijos. Y la gente disfrutaba cantando algún villancico y brindando con copas de cava y de una especie de ponche, hecho a base de zumo de naranja. Pero aquel hombre dejó de ser dichoso... o al menos eso parecía. Y aquella casa de inmenso jardín se convirtió en otra con una pequeño jardín en la entrada. Y posteriormente se convirtió en un enorme piso, sin jardín, en el centro de la ciudad,... Y después se transformó en un piso más normal... Y, por desgracia también pasó, que mientras iba menguando el espacio, también menguaron las visitas, y cada vez menos gente pasaba a brindar en aquella casa, que a pesar de todo, siempre tenía las puertas abiertas la noche de Nochebuena, y donde nunca se dejó de cantar, ni se dejó de brindar con cava y con “Agua de Valencia”. Muchos de los que mantuvieron la tradición de visitarle casi hasta el final de sus días, se arrepienten ahora de no haber pasado más Nochebuenas con él, aunque precisamente no fuera, porque preferían ir a aquella casa grande del perro de nombre aristocrático. Sin embargo, para siempre, guardarán en sus recuerdos, y así contarán a los suyos, que ellos solían pasar a tomar con aquel hombre de de corazón sencillo y pañuelo de seda al cuello, una última copa para brindar porque Dios había nacido, en un portal aún más sencillo que cualquiera de nuestros hogares...

Erase una vez un hombre que andaba un poco pachucho... No era nada grave y como todos sus problemas,  se lo tomaba con muy buen talante. Es de los que piensa que las penas con pan son menos... Estaba una tarde solo en casa viendo la tele, a duras penas por cierto, sentado en el sofá de un salón medio a oscuras. Su mujer había salido a comprar unas cosas, y el resto de su pequeña familia había ido creciendo sin darse cuenta y, como era lógico, cada uno hacía ya casi su vida por su cuenta.  A medias entre el aburrimiento, y a medias por la época, cogió un papel y un bolígrafo... Se acercó un libro para usarlo de soporte, y con alguna dificultad, empezó a escribir "Queridos Reyes Magos...." En un momento, al escribir esto, pasaron por su mente su vida y la de toda esa pequeña familia que tanto había compartido con él... Se vio así mismo riendo, llorando, pensando,...viviendo. La puerta se abrió de repente y su mujer y sus hijas  irrumpieron formando escándalo en aquel salón, lleno de paz hasta hacía solo unos momentos...y él se apresuró para esconder entre las hojas de aquel libro, aquella carta de solo tres palabras. Le estamparon varios besos, y, lo más importante, le regalaron esa sonrisa que, a pesar de los pesares, le hace pensar que es un tipo afortunado. Aprovecó que  se alejaron para soltar lo que traían, y con la sonrisa de un colegial, volvió a sacar aquel folio escondido en el libro y terminó de escribir...: "Queridos Reyes Magos: Gracias a Dios no necesito nada más de lo que tengo... Feliz Navidad" Y la dobló, pensando como podría hacer para poder enviarla...

Tengo un amigo que no solo heredó de su padre el nombre, sino la afición por ciertas cosas, un estilo de vestir y hasta una forma de vivir y de creer. Aquel padre que tanto admiraba fue cumpliendo años a la vez que le repartía lecciones y le llegó la hora de partir hacia el padre, algo para lo que por momentos, parecían ambos estar preparados. En aquellas horas, allá donde ahora despedimos a los nuestros, aquel amigo compartió con él todos sus recuerdos. Recordó con él las charlas de cofradías, recordó con él tardes de paseo de diciembre, cuando al entrar en el belén de San José, siempre repetía aquel “dentro de nada, ya estamos viniendo al besamanos y a ver los pasos el Domingo de Ramos...” Recordó aquel año en que por una enfermedad, olvidaron casi montar el belén en el salón de casa, y le dieron forma la misma mañana de Navidad para celebrar su mejoría, algo que repitieron ya desde entonces... y recordó, recordó,....recordó. Pero hubo un momento, en el que casi el sol asomaba a lo lejos, en el que quedó solo en aquellla fría habitación. Y entonces también recordó como disfrutaba su padre oyéndole cantar aquellos Campanilleros de Manuel Torre que siempre le gustaba entonar. Armándose de valor, encajó la puerta, y como en un último deseo no escrito, musitó levemente el recordado “A la puerta de un rico avariento...” Su piel tembló casi tanto como su voz, y cuando terminó, enjuagando discretamente sus mejillas se dirigió hacia la puerta para abrirla nuevamente, mientras su padre, sonreía a escondidas, orgulloso de haber podido oír una vez más aquel villancico, mientras el aire fresco de aquella mañana de Abril, olía a pestiños y anís casi por sorpresa.
 Quedó una vez un hombre con sus amigos para ir a una zambomba. Tal y como se estaba vistiendo para irse, menos ganas iba teniendo. La semana había sido difícil en el trabajo, males en la familia,...lo que casi todo el mundo. Pensó en llamar y decir que no les acompañaba, pero por no quedar de guasa...al final salió. Se dirigía hacia el lugar de destino y caminando, todos compartían esos problemas del día a día actual, que él pensaba que eran de su exclusiva propiedad...y que pronto reparó en que eran, por desgracia, un mal común. Pidió una copa de anís como sus amigos y casi sin ganas balbuceaba los primeros villancicos. De pronto, y como si de un televisor se tratara, aisló el ruido de aquel patio y fue fijándose en las caras de todos los que formaban aquel informal coro, intentando adivinar a cual de ellos habían despedido hace unos días, a cual de ellos había abandonado su novia, y a cual de aquellos hombres y mujeres la enfermedad de alguien cercano le quitaba y el sueño.... Y llegó a la conclusión de que era imposible. Porque a pesar de aquel silencio postizo, todos sonreían y se miraban con complicidad. Entendió que en aquella fiesta de toda la vida, se aparcaban los problemas,...al menos por unas horas... Que la zambomba en Jerez era un patrimonio para repartir alegría... Y él decidió hacer lo mismo, y poner al mal tiempo buena cara mientras entonaba aquello de...”Yo no quiero tus riquezas ramiré,...que lo que quiero, es tu alma”.
 Estaba un hombre en su casa montando como cada año su Nacimiento. Arrugó algo de papel para hacer unas montañas, colocó algo de lentisco en los bordes simulando árboles y sacó un trozo viejo de espejo donde colocó unos pequeños patos para que simulara un tranquilo lago. Colocó el pastor de la gallina en brazos, la muchacha con la tinaja en la cintura y en el fondo, casi puestos de lado a las tres o cuatro figuras que con un ángel recreaban la anunciación. Espolvoreó serrín por el suelo, puso aquel viejo papel pintado que simulaba un horizonte en el fondo y colocó estrategicamente a los tres Reyes Magos, dándole metros para poderlos ir acercándolos al portal conforme avanzaban las fiestas. Para finalizar el ritual de aquel belén tan tradicional, sacó una vieja caja que a modo de tesoro conservaba el misterio, que bien se guardaba de ser siempre lo último en poner... Sacó una imagen sonriente de la Virgen y también a San José, situó el pesebre en el centro y puso con mimo al niño Jesús...y luego quedó bloqueado cuando al fondo de la caja aparecieron la vieja mula y el buey que desde hacía tantos años se habían encargado de darle calor al niño en aquel rincón de su casa. Los puso primero en el serrín y con la mano en la barbilla y el gesto dudoso, miraba al fondo del establo sin saber que hacer. Detrás su mujer que observaba la escena sin que él se diera cuenta, se acercó al oído y le susurró...: “Acaso tú crees que después de tantos años...¿el Papa va a venir esta Navidad a casa justo este año?. Y él, sobresaltado, volvió la cara... y sonrió. Y volvió a poner aquellos dos animales donde siempre, intuyendo que al día siguiente no tendría que confesarse por lo que acababa de hacer, exclamando un sincero “Que Dios me perdone...”

Tengo un amigo que nació en Jerez y casi no lo aparentaba. Su imaginaria bandera azul y blanca, que paseaba orgulloso cuando viajaba fuera, permanecía sin embargo encerrada en un cajón durante días y días sin propósito de enmienda. Era capaz de perderse literalmente por las calles del centro como si estuviera en una ciudad desconocida, de confundir los nombres de bares emblemáticos o de asombrarse por la belleza de ciertas iglesias cuando entraba casi como un turista. Pero lueg,o ocurrió que aquel amigo casi ajeno a las tradiciones de su pueblo, en poco tiempo, piso las arenas de Doñana con una medalla morada en su pecho, se fajó un recio esparto en una fría madrugada de Viernes Santo, y ahora, va a tener la suerte de vivir en primera persona la noche más mágica del año. Igual que aquel mago viajó desde Oriente querido amigo, tu particular Mesías es una ciudad que espera tu ilusión como agua caída del cielo. Habrá quien te pida juguetes, pero otros muchos te pedirán poder volver a casa, otros salud para sus familias y para los que están por llegar y otros simplemente solo te pedirán volver a sonreír como hasta hace muy poco lo hacían..Y usted que ahora me lee, esbozando una sonrisa, reconociéndose a sí mismo en una de estas peticiones, además se podrá dar el gusto de decirme encima,....que Baltasar siempre fue su rey favorito... Yo como creo que las cosas no pasan por casualidad, solo te deseo lo mejor porque te lo mereces, y te recuerdo que todo lo que vas a vivir es gracias a que dentro de solo unos días, Dios vuelve a nacer, como cada año, para que todos intentemos ser un poco mejores...

FELIZ NAVIDAD A TODOS...

MINICUENTOS DE NAVIDAD III



MINICUENTOS DE NAVIDAD III

( NAVIDAD 2011 )


Tengo un amigo que buscaba un regalo de Reyes. Después de deambular por el centro, miró escaparates, entró en varias tiendas, se dejó recomendar por varias dependientas… hasta se compró un cartucho de castañas calentitas en el puesto que llena de humo la Alameda de Cristina durante estos días. En un último intento, se le ocurrió pasar por una librería que había por allí cerca, a ver si conseguía encontrar algo. Paseó por ella, y mirando, mirando… le llamó la atención un estante, porque estaba prácticamente vacío. En el margen izquierdo de la balda, se dejaba caer lo que parecía ser el último ejemplar de aquel título, que, según los indicios había sido un éxito. Lo cogió, y su portada le mostraba un paso de palio de espaldas, iluminado por una candelería. La verdad es que esperaba otra cosa... Mostró cara de asombro y extrañeza… El título le pareció algo largo… “Devoción y Milagro….” pero sin darle tiempo a terminar de leerlo, alguien le golpeó en el hombro y de forma taxativa y con algo de guasa le dijo: “¿Te lo quedas o no? ¿No ves que es el último?”. “Por supuesto que sí...” -respondió. Y se llevó bajo el brazo casi sin saberlo, aquel tesoro encontrado por casualidad…


Había un hombre durmiendo un día la siesta en casa. Vivía solo desde hacía tiempo, y la soledad a veces te hace perder la noción del tiempo y de las obligaciones. La tele, necesaria compañera del sueño y casi de su vida, emitía un nuevo programa basura donde la gente se gritaba hablando temas sin demasiada importancia. Aquellos gritos se tornaron silencio, y fue precisamente esa calma la que le despertó… Viró la cabeza hacia la ventana. Se había hecho de noche…una vez más. Se levantó, se aclaró la cara con algo de agua fría, se puso un sombrero y una gabardina, y se dispuso a dar un paseo, sin saber casi ni la hora que era. Y paseó como siempre con la cabeza agachada y la mirada perdida, pensando en las cosas que no tenía con quien compartir,… salvo con él mismo. Pero de pronto pensó, que la calle estaba más vacía de lo habitual… Miró hacia su viejo reloj de muñeca, y la esfera, le mostraba en un pequeño recuadro un número veinticuatro… De pronto supo que era Nochebuena. Y lamentó que para él, a pesar de todo, solo era una noche más. Y en silencio volvió de nuevo a la soledad de su casa, pensando que quizás hubiera sido mejor no haber salido.


Conocí de pequeño a un pastor. Le recuerdo perfectamente. Como si lo estuviera viendo ahora mismo. Ropa de tela encolada, pelo castaño, barba perfilada, una vara de madera en la mano derecha… Era feliz en aquel belén en el que vivía. Un Belén coqueto y familiar,…sin colas de visitantes, sin megafonía machacando villancicos. Lo mismo un año estaba cuidando un rebaño, que al siguiente tenía un cántaro junto al río, que tenía el honor de llevarle un regalo al mismísimo niño Jesús. Era feliz con lo que le encargaban, o al menos, eso parecía. Hace unos años que lo guardaron en su caja de siempre, y no volvieron a sacarlo nunca. Se pregunta que debió pasar “ahí fuera” para que haya perdido la oportunidad de salir como cada año. Yo, en el fondo, también lo echo de menos, y eso que yo sí que sé porque ahora no sale de su estrecho escondite. Me pregunto incluso, si algún día volveré a verle o si, por el contrario, acabará dentro de unos años en la lejana tienda de un anticuario. Mientras, él sueña cada noche, con que alguien lo saca de esa pequeña cárcel en la que ahora vive., para volver a oler a lentisco, a corcho y a serrín mojado… Que así sea…


Estaba una mujer sentada en una fría silla. Estaba agotada. No llevaba la cuenta casi de los días y las noches que llevaba en esa extraña habitación en la que la luz era más tenue y decenas de pequeños pitidos, marcaban el ritmo de la vida a algunos niños que habían venido a este injusto mundo con algún problema. Tenía las manos unidas a la altura de su falda y en sus manos fijaba su mirada pensando en que el tiempo parecía no pasar dentro de aquellas cuatro paredes. De vez en cuando, levantaba la vista para mirar a su pequeño, que dentro de una de esas pequeñas urnas de cristal, rodeado de cables, también dejaba que un leve pitido le marcar el ritmo de su reciente vida. El sueño, la venció con la mirada puesta en esas manos cansadas y con el cuerpo, guardando el equilibrio en aquella recia silla, que resultaba más incómoda por minutos. De pronto, algo sintió en sus manos, que le hicieron despertarse con sobresalto. Al principio, casi no sabía dónde estaba, pero cuál fue su sorpresa, cuando descubrió que lo que le había despertado en las manos, había sido un puñado de fríos caramelos de colores. Levantó la mirada, y sobre aquella triste incubadora, otro puñado de caramelos parecía dulcificar aquella realidad tan cruda. Tanto que hasta su niño pareció esbozar una sonrisa...Cuando quiso darse cuenta, miró hacia la puerta dándole tiempo a ver como desaparecía con premura el vuelo de una preciosa capa roja probablemente en busca de otros milagros. Aquel año en el que, precisamente, había olvidado escribir su carta, recibió sin duda uno de los mejores regalos que jamás podría recordar.


Iba un hombre caminando por una calle sin destino. Vestía pantalón ancho, camisa de color llamativo y una chaqueta abierta que acompañaba al cuello un pañuelo a juego. En la mano derecha, metida en una vieja funda, aquella vieja guitarra que siempre le acompañaba. La densa niebla ocultaba el horizonte y no sabía muy bien por donde andaba. Caminó y caminó,… hasta que en el fondo, casi alcanzó a vislumbrar una casa con una puerta grande de madera, con un postiguillo entreabierto. Se dirigió hacia ella, con la duda rondando por su cabeza y la certeza de que aquel destino podría abrirle los ojos ante tanta incertidumbre. Al acercarse, reconoció a lo lejos, el punteo inconfundible de un amigo que, con su guitarra, intentaba darle forma a una falseta de un villancico con un eco que hubiera reconocido en el fin del mundo. Empujó la puerta levemente, y desde la penumbra de aquel salón se oyó un dulce y a la vez sorprendido “¡¡¡Manúe!!!”… “¡¡¡Manué!!!-contestó él igualmente. Y los dos “Manueles” se miraron y, sin mediar palabra, se sentaron uno frente al otro, para buscar el último compás de aquella falseta inacabada.

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Tengo un amigo desde hace poco más de un año. Él no sabe que ahora es Navidad. Ni falta que le hace. Porque, sin saberlo, lleva dentro todo lo que esta fiesta predica y promueve. Siempre está feliz, nunca se enfada, entrega lo que tiene pidiendo muy poco a cambio… Tiene la habilidad de hacer sonreir a todos los que con él se encuentran. Bueno,…para ser sinceros, a casi todos…En realidad, él me ha hecho volver a pensar que deberíamos intentar, que fuera Navidad todo el año. Incluso me ha hecho pensar que a lo mejor no hace falta creer que Dios nace dentro de unos días para tener un corazón como una Catedral. Y es cierto que no hace falta… A pesar de eso, sigo alegrándome de celebrar que Cristo nace dentro de cada uno de nosotros dentro de solo unos días y que eso también nos ayuda a nosotros a intentar ser mejores. Y creo por eso también, que, aunque él no lo sepa, Cristo nace en Nochebuena en su corazón y también en el de otros muchos,…sin que ni ellos mismos lo sepan. Espero que tú no seas uno de ellos…

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FELIZ NAVIDAD A TODOS…

MINICUENTOS DE NAVIDAD II


MINICUENTOS DE NAVIDAD II

(NAVIDAD 2010)


Tengo un CD que me acompaña en mi largo camino al trabajo cada mañana cuando se acercan estas fechas. El otro día, lo estuve rebuscando en la guantera del coche y apareció entre varios discos de sevillanas y otros tantos de marchas. Me encanta este CD porque me trae el recuerdo de una de las mejores zambombas que se haya podido oír nunca en Villamarta. Unas voces brillantes de mujeres. Unas guitarras de compás incomparable. Unas letras con sabor a Jerez y a Nochebuena… Recordaba que me gustaba especialmente el corte seis, cuando una voz inconfundiblemente gitana me cantaba hablándome de José, de María y de una luz que alumbraba el cielo con los tres Reyes Magos convertidos en tres sombras acercándose al portal. Pero esta vez, al comenzar a oírlo, se me cortó un poco el cuerpo cuando esa voz decía el habitual “Ante todo agradecerle que hayáis llenao este teatro…” con el que daba preámbulo a aquel precioso villancico. De repente me di cuenta de que esa gitana voz ya no estaba entre nosotros. Demasiado joven para irse. Demasiados villancicos aún por cantar… Pero se fue… Quizás para demostrarnos lo breve de la vida, pero lo eterno del arte. Se ha ido, pero el timbre de su voz seguirá acompañándome cada mañana cuando los fríos aprieten. Es la ventaja de haber sabido cantarle a la Navidad de una forma irrepetible… Que seguirá para siempre cantándole al niño Dios, como si aún estuviera con nosotros…


Tengo un amigo que vive vestido de azul y blanco. Como el niño del villancico del Kolectivo Sur. Su amanecer es una gran “J” y su anochecer una gran “Z”. Tiene la virtud y a veces el defecto de creer en cosas imposibles. No me cuesta reconocer que a veces, hace tiempo eso sí, cuando planteaba estas aventuras sin destino cierto, conseguía a veces desesperarme. El tiempo me enseñó a tener con él una paciencia inaudita porque me demostró una vez sí y otra también, que casi todo lo que se proponía resultaba bien. Incluso a veces algo más que bien… Y como cualquier buen escribano…también algún borrón hubo. La última que se la ha ocurrido es la de bautizar a su hija pequeña del día de Navidad. Pero no el día antes o el de después…: el día de Navidad. Valiente locura ¿verdad? Lo pensé por primera vez cuando lo oí y me pareció increíble…pero viniendo de quien venía empecé a pensar que la locura se volvería cordura, y que su aventura se convertiría en un sueño. Y pensé, si no sería que, en realidad, él sabe darle a la Navidad la importancia que de verdad tiene… Y pensé que su hija nunca olvidará el día que la hicieron cristiana. ¿Acaso tú lo recuerdas?


Hay un hombre con el que me tropiezo cada mañana cuando voy camino del trabajo. La mayoría de las veces está aún dormido cuando paso por su lado. Se cobija como puede en una esquina de unos soportales que tengo frente a mi casa. Unos cartones le hacen de colchón, mientras se tapa como puede con un par de mantas viejas de colores llamativos. Yo, sin embargo, parezco convertir mi chaqueta y mi corbata en una enorme muleta con la que dar un largo pase de pecho a la vergüenza que siento al verle y no mover un dedo por ayudarle. Por siquiera preguntarle como de mal ha pasado la noche… Antes le veía siempre acompañado de una mujer con la que compartía casi todo el día. Ahora se le ve solo…. Más solo todavía, quiero decir…. Sería una buena noticia pasar un día y ver que no está en esa esquina, buscando la postura para no morirse del frío. Sería la señal de que un techo le cobija. Da igual el motivo. Dan igual las razones que nos pueden venir a la cabeza. Un mundo donde alguien sigue buscando posada como él, durmiendo en plena calle, quizás merezca también que a muchos ricos avarientos, la rabie de una vez le mate algunos de sus perros.


Sé de una familia que estas navidades ha tenido que tomar una decisión dura. Pero han sido valientes. A lo mejor lo más sencillo hubiera sido esconder la cabeza en la tierra como un avestruz. Pero a veces hay que mirar adelante, … pensar en los que han llegado. Son la primera familia cercana que se me va de las manos gracias a esta maldita crisis que salta a los ojos de toda España mientras un puñado de inútiles insiste en ver brotes verdes… Será en sus amplios jardines… Cuando pasen las fiestas cogen el petate y se marchan de su tierra en busca al menos de un cachito de futuro. Y se van lejos,….bastante lejos. Me lo dijeron el otro día por teléfono y debo reconocer que me quedé un poquito bloqueado. A la vez le quería decir que me parecía bien, que me parecía lógico, que hacían lo correcto…y que me daba muchísima pena. Esta es la realidad de una tierra donde posiblemente volvamos a hablar de algunos familiares como de aquellos emigrantes que se reunían junto a un tocadiscos para escuchar “suspiros de España”. Menos mal que lo primero que hizo fue buscarse una fecha del calendario en la que no quiero perderlos a mi lado. Y ya la tiene reservada de vacaciones. Las penas con pan son menos, dicen… Como dicen Los Romeros…”Siempre vuelve la paloma, al nido del palomar….” Os echaré de menos…Que lo sepáis….


Tengo un amigo que se despierta por las noches. Habla solo. Se pasea por la casa como si estuviera “zarámbulo” que diría alguno que otro… Su mujer se ha llevado algún que otro susto debido a eso… La otra noche, ella se volvió en la cama y de pronto vio a su marido sentado en la cama. El edredón le tapaba las piernas y él se mantenía bastante derecho, con la cara mirando a los pies de la cama y los ojos entreabiertos… Ella no sabía cómo reaccionar: “Otra de sus pesadillas”- pensó… De pronto con aire ceremonial, el comenzó como a saludar, con la palma de la mano abierta hacia su derecha y después hacia su izquierda, y de nuevo a su derecha,… De pronto se agachaba, cerraba los puños, y los elevaba rápidamente como en un gesto de lanzar un objeto imaginario… Ella lo miraba aterrada, preocupada porque no se cayera de la cama en uno de esos violentos aspavientos. Se disponía a despertarlo con cuidado pero… de pronto, el rayo de luz que entraba por la persiana le hizo ver la realidad de lo que pasaba. Se giró hacia el otro lado de la cama, porque comprendió que su marido volvía a soñar, una vez más, que era un Rey Mago…y decidió no despertarlo del sueño.


Tenía un amigo que al final resultó ser un maleducado. Se marchó un buen día sin siquiera avisarlo a nadie. No nos dijo donde iba. Todo el mundo nos dice que está en un sitio…pero nos resistimos a creerlo. Tanto nos cuesta creerlo, que un puñado de amigos nos reunimos desde entonces una vez al mes, como intentando planear un rescate que ya se ha vuelto un imposible… Tan incrédulos somos, que estoy seguro de que en cualquiera de las zambombas de esta navidad, hemos esperado encontrarnos su cara amable y risueña aparecer por cualquier esquina para darnos uno de sus inmensos abrazos. Y lo peor es que, a pesar del tiempo que ha pasado, le hubiéramos saludado con normalidad como si todo hubiera sido una mala pesadilla. Seguiremos buscándote cada vez que nos reunamos buen amigo. Y seguiremos esperando encontrarte en cualquier esquina, como si nada hubiera pasado…


Conozco a un tío, que tiene la extraña idea de escribir a veces las cosas que se le pasan por la cabeza. Como le dice a menudo una amiga, el pobre…“Está fatá…” El año pasado se le ocurrió escribir una especie de minicuentos por navidad, y lo peor, es que al parecer hubo gente a la que le gustó el invento. Un año después, se ha dado cuenta de que poco han cambiado las cosas. Aquel amigo de Barcelona sigue sin poder leer Feliz Navidad por las calles, aquel otro hombre sigue poniendo velas por las esquinas, aquella familia sigue como Bruce Willis buscando al “Quinto elemento” y aquella otra familia ya se buscó otra excusa para volver a estar enfadados en Navidad. Y como casi nada ha cambiado, aquel otro amigo volverá a nacer en unos días, a pesar de que muchos se empeñen en ponerle zancadillas a ese bendito parto. Volverá a nacer para ser la mejor noticia del año. La mejor noticia de la historia. Ah…se me olvidaba: como casi nada ha cambiado desde entonces…usted podrá leer esa magnífica noticia en la portad de esta web. O eso espero…

FELIZ NAVIDAD A TODOS….

MINICUENTOS DE NAVIDAD I




MINICUENTOS DE NAVIDAD I

(Navidad 2009)






Tengo un amigo que vive en Barcelona. Allí la Navidad es distinta. Tanto que los más de mil kilómetros que lo separan de su casa parecen el doble. Hace frío y a veces también viento, pero allí no parecen atribuirle que los caminos se hicieran con ellos. A Papá Noel lo encuentras en cada esquina pero hay niños que no saben quiénes son los Reyes Magos. Qué cosas. Allí el personaje realmente importante de la Navidad es alguien que hace sus necesidades en los belenes con cara de famoso. Hace poco leí que quieren mediante una ley cambiarle el nombre de Navidad por el de “fiestas de invierno”. No me sorprende. Casi me alivia pensar que dos celebraciones tan distintas no tienen el mismo nombre



Conozco a un hombre que vive solo. Se pasea por las noches, sea el día que sea con un transistor con el volumen elevado y una bolsa de plástico en la otra mano. En ella lleva un buen puñado de velones que va encendiendo y posando en los azulejos de las fachadas de nuestras iglesias. A su antojo y sin leyes. Pero seguro que con una explicación. Aunque nunca lo paré para preguntarle. Para él la Nochebuena no es distinta a otra noche cualquiera. Seguirá su ruta con su radio pegada a la oreja. Notará menos gente en la calle y más silencio. Quizás hasta lo agradezca. A lo mejor volviendo de madrugada a casa alguno nos encontremos algunas de sus velas encendidas…


Tengo un amigo al que no le gusta la Navidad. Aunque a él le gustaría que le gustase más… Vaya lío de palabras ¿no? Por su forma de ser todo lo que a esta fiesta acompaña le viene que ni pintado a su forma de ser. Pero le falta algo. O quizás alguien. O quizás ambas cosas. Poco a poco va entendiendo o quizás asumiendo que huir hacia un destino vacío no siempre le va a servir para olvidar. Puede ser que también el mismo tiempo se esté encargando de hacer cicatrizar una herida que se reabre cada año cuando llega el puente de la Inmaculada. En el fondo él sabe que tiene gente de sobra para no sentirse solo. Y por eso, aún sin gustarle, se va haciendo un profesional de aquello de hacer de tripas, corazón. Y su corazón cada vez es más grande. Mira por donde le está viniendo bien todo esto.


Conozco a una familia que es especialista en enfadarse en Navidad. Cada año una historia. Cada año una excusa. Que si yo te he llamado cuatro veces y tú solo dos, que si tú has venido a verme tres veces y yo tres y media, que si no me gusta tu no se qué y mi no me gusta tu no sé cual… El caso es estar enfadados en las fiestas. Y si no hay motivos nos lo inventamos. Sin embargo conozco a otra que el día de Nochebuena se preguntará por qué este año son solo cuatro en casa y no cinco como los últimos cuatro años. Ellos no tendrán nada que reprocharse porque cuando la vida te castiga de verdad, todo lo demás pasa a un segundo plano. Sólo sentirán soledad por muy juntos que estén y maldecirán a todos aquellos que pudiendo estar juntos están separados. Les gustaría refregarles su verdad por la cara de aquellos que se quejan por casi nada. La vida es muy injusta. Y en algunos casos casi cruel.


Tengo un amigo que no cree en Dios. Me da pena por él. Pero eso tampoco me va a llevar a negarle el saludo. Ya está bien de integrismos. Sin embargo convive conmigo y con otros amigos fiestas de evidente contenido cristiano. Se acopla, observa, se integra y disfruta a su manera. Sin embargo el otro día me llegó por mail su felicitación navideña. No sé si solo fue cuestión de protocolo o de seguir la costumbre. Podría ser que por un momento se le ablandara el corazón. Hay quien piensa que su ateísmo pronunciado no es más que una careta con la que le es más cómodo vivir. Confío en que sea esto último. Sea cual sea su motivo me alegra de igual forma.


Tengo un amigo que tiene una web. Dicen que son millones de personas los que la han visitado. Suena fuerte ¿verdad? Los hay que opinan que si algo pasa en Jerez en cierto ambiente y no sale publicado en su web, sencillamente es porque no ha ocurrido. A él también le gusta la Navidad, aunque seguro que ya esté incubando uno de esos resfriados que casi como tradición le acompañan en Nochebuena o en Navidad. Es de los que guarda la tradición de no desmontar el Belén hasta la Candelaria. ¿Habrá acaso mejor forma de celebrar la Navidad? Un auténtico Notario de la red, incluso en Navidad.


Y tenemos un amigo que tiene previsto nacer en un par de días. Con el mal tiempo que estamos teniendo es obvio que sus padres deben andar buscando donde cobijarse para poder dar a luz. Y lo peor es que debo confesar, que si llamaran a mi puerta es probable que no les abriera. Esta vida en la que es difícil fiarse de nadie nos hace salir ese “rico avariento” que todos llevamos dentro. Sin embargo, como dicen que lo que no publique la web de mi amigo sencillamente no ha sucedido, espero con ansia despertarme el próximo viernes con la noticia en portada de que Jesús ha vuelto a nacer. Solo eso hará que cobren sentido la indiferencia, la injusticia, el dolor, la soledad,… que todos vivimos a nuestro alrededor de forma más o menos cercana en estos días. La VIDA, con mayúsculas, habrá vencido de nuevo a todos los que quieren obviar que Navidad viene de Natividad y no de invierno ni de consumo.
Espero poder ver esa noticia en portada, para desearos Feliz Navidad.

Feliz Nochebuena mientras tanto