lunes, 22 de diciembre de 2014

MINICUENTOS DE NAVIDAD V


MINICUENTOS DE NAVIDAD V

(NAVIDAD 2014)

Éranse una vez unos amigos…que no sabían que lo eran. Cada uno nació en un sitio distinto, y en ese sitio crecieron. Aunque, casi sin saberlo tampoco, a todos los alumbró durante mucho tiempo un mismo sol, ese que dicen que alumbra y que calienta como en ninguna parte del mundo. Pero a todos ellos les sucedió, que tuvieron la mala suerte de estar en el sitio equivocado en el momento menos oportuno. Y marcharon todos a un sitio desconocido, lejos de casa,…aunque tuvieron la suerte de conocer allí a una pareja que les abrió de par en par las puertas de su mesón, no como hiciera aquel rico avariento cuando un cansado San José llamara a su puerta pidiendo posada. Para ellos es Navidad,… más o menos una vez al mes. O sea, cada vez que hacen por verse para intentar acortar los kilómetros y para intentar convertir en risas tantos momentos difíciles. No saben cuánto tiempo seguirán celebrando esta particular y eterna Navidad, pero lo que sí tienen claro, es que, como dijo un día uno de ellos, “…todo esto ha tenido sentido...porque si no, no nos hubiéramos conocido nunca…”. A lo que muchos contestaron...AMEN


Estaban una tarde de verano dos amigas tomando un café en el jardín de la casa de una de ellas. No era un día especialmente caluroso, y ellas comentaban sus cosas, mientras los niños jugaban y corrían por aquel jardín, y entraban y salían de la casa cogiendo o soltando algo con lo que jugar. De pronto, Luisito se plantó muy serio al lado de la anfitriona, con una caja blanca cerrada, sin marca ni letrero alguno. Con la caja en la mano, miró a su madre, que al ver lo que traía,…le dirigió una mirada sorprendida y un alto, seco e innegociable “¿¿¿Otra vez??? Te he dicho ya cien veces que no!!!” Y Luisito, frunció el labio inferior mostrando su mosqueo, y se volvió con cara de pocos amigos con su caja blanca en las manos, justo por donde había venido. Y se metió en su cuarto, dando un fuerte portazo en señal de enfado. Su amiga, en el jardín, le preguntó el porqué de aquella situación, y la madre medio susurrando, le dijo que le acompañara hacia una de las ventanas de la casa, añadiendo un clarificador “A ver si tú crees que esto es normal…” Se asomaron desde fuera al cuarto de Luisito, que aprovechando que la puerta estaba cerrada, había sacado de aquella caja blanca las figuras de un precioso belén que había ya montado y preparado encima de su pequeña cama, ignorando que alguien le espiaba por la ventana que daba al jardín. Había colocado pastores y animales desde los pies de la cama en hilera, puso en una esquina un pozo y a un labrador, pegada a la pared puso al ángel de la anunciación y había usado una almohada para formar un portal donde había colocado a la Virgen, a San José y donde estaba poniendo ahora al Niño Jesús…con un especial cuidado. “¿Tu crees que esto es normal…en Agosto???”- le preguntó la madre a su amiga. Esta sonrió respondiendo: “No le riñas mujer. Todo sea eso... Además ¿Hay acaso cosa más bonita ...que soñar todo el año con la Navidad?


Érase una vez un matrimonio, que esperaba un nuevo retoño. Más concretamente “una retoña”… Era como un nuevo regalo que llegaba a casa. Como esas buenas noticias que llegan y que a pesar de ser esperadas, llenan de aire nuevo los muros de un hogar de vez en cuando. Fuero al médico un día, y éste les dijo que todo iba muy bien, pero que veía conveniente programar una fecha para el parto. Mientras el doctor pasaba unas páginas con el cuadrante de sus turnos para encontrar una fecha, el padre, levantó la mano como un alumno educado, y pidió hacer una pregunta. “¿Y….podría ser….el mismo día de Navidad? O sea…el día veinticinco,.. pregunto…” Durante unos segundos se produjo un silencio que hizo cruzarse las miradas del doctor y la paciente. Y luego ambos miraron al futuro padre…sin que nada más hiciera falta añadir. Salió un poco desilusionado de la sala, aunque en el fondo convencido de que ese día era realmente complicado organizar lo que pretendía, y a pesar de todo... con la satisfacción de al menos haberlo intentado y, por qué no decirlo también, contento de no haberse llevado una bronca... Eso sí, el día del parto, nadie lo frenó para colarse hasta donde cas nadie lo intenta. Y allí, rodeado de gente, pero a solas con aquella nueva criatura que aún lloraba como todo recién nacido, le susurró al oído dulcemente Calle de San Francisco, para que fuera lo primero que aquella niña oía...y para que nunca olvidara que había nacido en Jerez, y muy muy cerquita del día en que nació el Señor. Y hasta dicen, que aquel villancico,... la hizo dejar de llorar…


Había una vez un niño al que le encantaban los Reyes Magos. Se había acostumbrado, casi desde donde le alcanzaba su memoria, a ir después de la cabalgata a algún sitio amplio, con mucha gente y siempre distinto, donde hacía una cola con otros niños para recoger el regalo que los Reyes le habían dejado. Por desgracia, ese regalo casi nunca coincidía con el que él había puesto en su carta,…pero le gustaba tanto aquello, que poco le importaba. Se iba a casa siempre, más contento que unas pascuas…nunca mejor dicho. Al que parecía importarle más, era a su padre, que casi siempre dejaba escapar una lágrima cuando iban de camino a casa, sin que él acabara a comprender bien porqué… Aquel año, después de la cabalgata, le preguntó a su padre donde iban a recoger el regalo ese año, y éste con una inmensa sonrisa se agachó y mirándole a los ojos le dijo, que gracias a Dios ese año no necesitarían ir a recogerlos a ningún sitio. Y le contó que aquel año, después de mucho tiempo, los Reyes dejarían los regalos en su misma casa, y que los verían al levantarse por la mañana. Cumplió con lo que le dijeron, de irse a la cama temprano, y de dejarle algo de comer y de beber tanto a sus majestades, como a los pajes y a los camellos. Y el cansancio y el trajín de la tarde le hicieron dormirse como un bendito. El sol y los nervios le hicieron levantarse, y pudo ver por primera vez el salón de su casa lleno de regalos y nombres… Pero su mirada se fue de inmediato a un pergamino enrollado que estaba sobre la mesa. Al ver su nombre en él fue a cogerlo, y de su interior cayó a sus manos una medalla con un cordón de dos colores con la que había soñado desde hacía mucho mucho tiempo... Le dijo a su padre que le leyera lo que ponía en su interior, y entre alegre y nervioso y con un par de lágrimas a punto de bajar por sus mejillas, entendió que los Reyes le habían hecho el mejor regalo de su vida. Aunque para poder disfrutarlo y sobre todo vivirlo tuviera que esperar... hasta la primera luna de la primavera…

Tengo un amigo, al que le pasa con la Navidad como al humorista Eugenio cuando contaba aquel chiste del reloj de oro: que tenía días... De momento le entraban unas ganas enormes de cantar un villancico de los de siempre, de momento estaba deseando que fuera ya el siete de Enero. Porque aunque en su interior seguía alumbrando una pequeña llama de ilusión, la vida le había ido poco a poco apagando esa alegría que en Navidad se necesita. El desazón, la lejanía, el ver que a veces el esfuerzo no es señal de recompensa, la sensación de que algún amigo le había cambiado “por un puñado de dólares”…, todo lo que acumulaba en sus momentos de soledad, le iban ganando la batalla a su semblante sencillo y amable en estas fechas. Tanto es así, que hasta a veces estaba convencido de que realmente vivía atrapado en unos palacio hecho de auténticos muros de hielo,…que a veces parecían derretirse, y a veces parecían volverse duros como el granito, no sabía bien por que... En uno de esos momentos estaba, dudando si se ponía a cantar o simplemente intentaba darle hacia adelante a esta película llamada Navidad, cuando una noche, casi quedándose dormido, pensó en cómo sería el regreso a su lugar de siempre justo cuando la Virgen María ya anduviera buscando casi posada… Y en sus primeros sueños, imaginó la cara de su gente, con una inmensa alegría por verle de nuevo, y la de sus amigos, deseando resumir en solo unos minutos lo que durante tanto y tanto tiempo no habían podido contarle… Y pensó que a lo mejor merecería la pena no echar la vista atrás, sino hacia adelante. Porque solo eso con lo que había soñado, era suficiente para celebrar que casi ese mismo día, nacía Jesucristo en los rostros de tanta gente a la que echaba de menos cada día. Y presuroso, preparó impaciente aquella maleta en la que, además de meter ropa de abrigo, no olvidó guardar las mejores de las sonrisas que aún tenía, con el propósito de no guardarse ni una sola para él... Y decidió dejar en aquel armario, las penas y los malos momentos…que para eso ya tenemos el resto del año. Y también pensó, que Jesús nace de nuevo una vez al año para todos, y esa buena noticia hay que aprovecharla, porque nunca se sabe...dónde podrías recibirla el año que viene…


FELIZ NAVIDAD A TODOS. QUE EL SEÑOR OS BENDIGA…