EL MINICUENTO DE LOS 2.500
KILOMETROS…
(Publicado en internet en Noviembre de 2011)
Tengo unos amigos a los que echo
de menos. Ya fueron protagonistas de un minicuento no hace mucho… Fue en Navidad, porque habían decidido
marcharse lejos en busca de algo mejor para ellos y para su hijo. En aquel
momento todo parecía como un mal sueño, como una retorcida trampa que el
destino les había puesto a ellos, y de forma indirecta también a nosotros y a
todos los que los queremos… Pero no… Pasaron aquellas navidades y, casi por
fascículos, aquella pequeña gran familia se marchó a una ciudad de nombre
desconocido para casi todos, dejando en esta su tierra a sus familias, a sus
amigos, a sus devociones…
Durante todo este tiempo, las
distancias se han acortado a base de teléfonos, de correos, de mensajes… Cuando
alguien quiere mucho a su ciudad y a las cosas de su ciudad, le es mucho más
complicado vivir lejos de ella. Sé de primera mano, que allá donde estaban
consultaban a diario esta página que usted lee ahora mismo, seguía las noticias
de los diarios, se conectaban a esa emisora municipal que ahora se debate entre
la vida y la muerte… y hasta la web de la Hermandad del Rocío, para ver cuando
se celebraban las tan esperadas elecciones,… Hablabas con ellos y parecía que
no se habían marchado nunca. Siempre estaban al tanto de todo. Solo cuando
veíamos sus fotos con ropa de abrigo mientras nosotros estábamos en la playa, o
cuando nos decían en Septiembre que tenían la chimenea encendida, volvíamos a
una realidad plasmada en una gran isla, en un mapa, a muchos, muchísimos
kilómetros de Jerez…
Hace unos días, algunos de
aquellos amigos que aquí nos quedamos, cometimos la locura y el atrevimiento de
ir en su busca. Además de hacer algo de turismo, estos días que hemos
compartido con ellos nos han servido para mucho….y creo que a ellos también.
Ahora, somos capaces de ponerle cara al basurero de su pequeño pueblo, no
tenemos que imaginarnos su casa ni su barrio y no tenemos que imaginarnos el
frio que hace cuando cae la noche, porque tuvimos tiempo de comprobarlo
nosotros mismos.
Nos traemos muchos recuerdos,
algunos imborrables, de aquellas tierras de eternos prados verdes donde el
ganado pasta como si el tiempo no pasara para ellos. De una tierra donde el mar
se abraza con el horizonte y con las nubes, en un infinito aún sin nombre.
Imágenes de una tierra donde los lagos no tienen final ni principio, porque sus
aguas viven en una permanente pausa…
Pero si algo nos traemos todos,
es la imagen y la voz de un “pequeñajo” rubio que nos ha hecho sonreír sin
parar. Capaz de pedirle un vaso de agua en inglés a un camarero, de darte un
golpe en la cara y decirte “sorry”, pero a la vez capaz de cantar “La Marimorena”
o el inconfundible “Ole con Ole con Ole” de la Salve de la Hermandad de Jerez…
Yo además me traigo en mi mochila, una corta conversación que tuvimos los dos,
un día desayunando, donde, a trancas y barrancas, intentaba explicarme que este
año se iba a vestir de “peitente” como el primo Curro, el tío Pachi y como
Papá… Espero no perdérmelo correteando vestido de negro y de blanco la tarde
del Jueves Santo. Será sin duda buena señal para todos…
Hasta cuando vosotros queráis
amigos. Por aquí, por vuestro Jerez, andamos…. Mil gracias