jueves, 29 de mayo de 2014

MONICION FINAL - BODA MANU MATEOS Y MARIA AZNAR


EL MINICUENTO DEL PRINCIPE SOLITARIO Y LA PRINCESA QUE TENIA MIEDO



Érase una vez un príncipe que vivía en una gran ciudad. Tenía un castillo grande y hermoso que invadía el sol cada mañana. No tenía foso ni puente levadizo, ya que al príncipe se le conocía por tener las puertas abiertas para todos los que se le acercaban a visitarle. Era un príncipe sin enemigos, y sin nada que temer por tanto. Un buen señor. Educado. Cariñoso. Elegante…

El único problema que el príncipe tenía es que empezaba a veces a sentirse muy solo. Sobre todo cuando algunas noches tenía que encerrarse en aquel enorme castillo. Muchas veces rezó a Dios para que pusiera en su camino a alguien que mereciera compartir con él el resto de sus días. Y sucedió que, precisamente el día en que unos amigos contrajeron esponsales, apareció en su vida esa princesa que él buscaba: risueña, simpática, cariñosa…y sobre todo muy muy buena.

Así que el príncipe y la princesa decidieron comenzar una relación no sin ciertas dificultades. Una de ellas radicaba en que el príncipe se hizo amigo de un ogro bajito y regordete que a la princesa le daba algo de miedo. Pero ni eso consiguió separarlos. Muchos kilómetros los distanciaron, muchas cartas y muchos mensajes se enviaron, vivieron a veces incluso en países distintos, pero parecía sin embargo que las dificultades más los hacían quererse el uno al otro. Hasta el punto de que cuando el príncipe quedó definitivamente viviendo solo en su enorme castillo, ambos decidieron que era el momento de vivir juntos para siempre. De acabar con los kilómetros y las llamadas, y de poder compartir cada mañana juntos como el sol entraba por las ventanas de aquel enorme castillo

Y se casaron. Y lo hicieron rodeados de los suyos y de sus amigos. Y fue un día precioso y con un sol brillante. Se casaron en una bella iglesia donde se oía el rumor del mar, y lo celebraron en un bello palacio lleno de cuidados jardines, muy cerquita del castillo donde para siempre vivirían.

Y el vino y la fiesta tuvieron más justificación que nunca porque su felicidad hizo feliz a mucha gente. Y ambos supieron desde el principio poner a Dios como guía de sus vidas y de su futuro. Porque ellos saben que es precisamente Jesús, el amigo que nunca falla, y que, gracias a él, se conocieron un día y fueron, también gracias a él, para siempre felices.


Y como alguien dijera un buen día, Colorín Colorado, este cuento….ha comenzado

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